«Escape» Melanie Cobham
Consultoría filosófica
«Nuestra vida siempre expresa el resultado de
nuestros pensamientos dominantes.» Sören Kierkegaard
Consultoría Filosófica
Consultoría filosófica individual y de pareja
La consultoría o asesoría filosófica representa un complemento y, también, una alternativa a la psicoterapia tradicional. A diferencia de ésta última, la consultoría filosófica no se centra en la mente del ser humano, vista ésta según las teorías que las diversas escuelas psicológicas afirman sobre sus funcionamiento. El enfoque propio de la consultoría filosófica no es sobre la mente o la psique, sino sobre el pensamiento, el logos, la cosmovisión, razón, conciencia y valores propios del consultante. A través de ella, cualquier persona puede encontrar un medio para cuestionarse en torno a los dilemas más difíciles y desafiantes de la vida. Preguntas tales como: ¿Estoy realmente viviendo de acuerdo a mis propios criterios? ¿Me siento genuinamente libre para elegir el curso de mi propia vida? ¿Cuál es mi responsabilidad con respecto a mí mismo y a las personas que me importan? ¿Cuáles son los obstáculos que me impiden adoptar una perspectiva más positiva y proactiva? ¿Por qué me siento insatisfecho? ¿Cómo puedo saber cuál es la fuente de la plenitud y la felicidad?
Para el abordaje de éste tipo de preguntas se apela al diálogo entre consultor y consultante(s), no sólo como medio, sino como el elemento terapéutico fundamental. El diálogo es la condición de posibilidad de toda acción filosófica, y en la consultoría éste es el instrumento esencial a través del cual las personas se van descubriendo a sí mismas y encontrando respuestas a las diversas inquietudes que afectan sus vidas.
En la consultoría filosófica se promueve la apertura mental y el respeto por nuestra humana capacidad para pensar en forma racional con el objetivo de indagar en los principios, conceptos, creencias y prejuicios que dan forma a nuestras perspectivas y actitudes frente a la vida.. Es cierto que la mayoría de las personas tienen la capacidad de resolver sus problemas diarios por sí mismos, o con el apoyo de los «otros significativos». Pero hay problemas que son demasiado complejos, –por ejemplo, cuando la persona vive un conflicto de valores, o encuentra hechos en su vida que se contradicen, o cuando la vida se le aparece como carente de sentido-, y es en éstos casos cuando un filósofo puede ser de más ayuda que un familiar o amigo.
El consejero filosófico generalmente trabaja con personas sanas psicológicamente, pero con dificultades para pensar en forma clara y coherente. Personas que viven de acuerdo a creencias, supuestos y valores no examinados (y no inconscientes, como en el caso de varias escuelas psicológicas) que afectan su pensamiento y comportamiento en forma negativa. Así, a través del diálogo, el filósofo ayuda al consultante a tomar conciencia de aquellos factores que están actuando como obstáculos en la búsqueda de una solución a su problema, Por ejemplo, allí donde un psicoterapeuta indaga en el inconsciente del paciente con el objetivo de develar las causas de su malestar vinculado a una decisión que debe tomar en relación a su profesión o trabajo, el consejero filosófico ayudará a su consultante a examinar racionalmente las creencias, valores y prejuicios que le están impidiendo tomar una decisión libre, significativa y favorable para sí mismo.
Desde una perspectiva filosófica, los sentimientos y emociones que producen tanto bienestar como malestar en las personas, no son manifestaciones puramente irracionales que emanan de un inconsciente desconocido, sino el resultado de una forma particular de percibir e interpretar el mundo. Así, una emoción o sentimiento negativo acerca de uno mismo puede ser modificado por medio de un examen crítico de la forma en que la persona se percibe a sí misma, al mundo, y al lugar que ella ocupa en el mismo.
Pero el objetivo de la consultoría filosófica no es solamente el de ayudar a los consultantes a resolver sus problemas inmediatos, sino el de procurar que las personas que buscan este tipo de asistencia incorporen formas de pensar más reflexivas y efectivas, para que puedan lidiar con futuros problemas por sí mismas. En este sentido, el consejero filosófico es tanto un consultante como un maestro que enseña el arte de pensar en forma más racional, clara y liberadora. Por otra parte, a través de la consultoría filosófica, las personas pueden acceder a la oportunidad de cuestionarse y pensar en torno a conflictos e inquietudes existenciales y éticas con la seguridad de que están consultando a un «experto en la materia».
En consultoría filosófica no se realizan diagnósticos en base a ideales normativos prefijados y prescritos de «salud mental», y tampoco se practican métodos terapéuticos con pacientes que requieren de tratamiento, como en las psicoterapias tradicionales. Pero, no obstante esto, la consultoría filosófica sí tiene efectos terapéuticos. Como bien lo señaló Wittgenstein, en su aplicación práctica, la filosofía sirve para «desatar los nudos del pensamiento» en el tratamiento de un «padecimiento intelectual». Y llamó «terapias» a los métodos filosóficos para desanudar esos nudos conflictivos y molestos. Lo terapéutico, en un sentido filosófico, consiste en reparar y optimizar la comprensión, auto-conciencia y sentimiento de bienestar de las personas. Para esto, los consejeros filosóficos recurren a uno o varios filósofos o sistemas filosóficos que asistan en el objetivo de pensar desde una más amplia gama de perspectivas. Un hecho importante a destacar es que el enfoque en la consultoría filosófica está centrado en el consultante (o huésped, en la terminología usada por uno de los pioneros en esta materia, Gerd B. Achenbach) y en facilitarle las herramientas para que pueda pensar racionalmente, proyectarse creativamente y procurarse éticamente, los objetivos establecidos por sí mismo. En este sentido, la consultoría filosófica demanda al consejero una postura intelectual y moral particularmente abierta y crítica, para poder escuchar las demandas de las personas que buscan su asistencia sin juicios moralizantes, pero cuidadosamente guiado por el adagio socrático: «Un conocimiento correcto, conduce a acciones correctas» que garantiza un procesamiento racional, sentido y, por lo tanto, moralmente sustentable y admisible de las metas y soluciones expuestas.
Aunque es cierto que la máxima socrática, que sostiene que la vida no examinada no merece la pena ser vivida, es un tanto exagerada, es indudable que el examen de la propia vida a través de la consultoría filosófica ofrece la posibilidad de llevar una vida más auténtica, sentida y buena.